¿POR QUÉ SOY LECTORA? - Juana Mieles

Escribir sobre el acercamiento que tuve con los libros, me traslada a ese grado primero, en el que la cartilla “Coquito” era mi amiga (fue el primer libro que tuve en mis manos), mi maestra me la prestaba todos los días porque mis padres no tenían para comprarla. En mi hogar, no nos faltaba el alimento, pero el tener libros propios era un lujo que no se podía. Fui creciendo y así mi amor por los libros. Los recreos en el bachillerato los esperaba con ansias, no por salir a jugar, sino para sumergirme en la pequeña biblioteca del colegio. El bibliotecario, el señor Miguel, me sugirió solicitar el carnet para poder prestarme los libros y llevármelos a casa. Las obras que hacían parte del plan lector, en muchas ocasiones no las podía leer; mi madre acongojada me veía triste y me decía con lágrimas en los ojos “lo siento hija, si yo pudiera darles más, lo haría”. Aprendí a valorar lo que tenía, el esfuerzo de mis padres y también a entender que, si quería ayudar a mi familia y seguir disfrutando de las voces de los libros, debía ser mejor cada día en mis estudios.
Por las tardes visitaba la biblioteca de mi pueblo, La Paz, Cesar, desarrollaba las tareas escolares y dedicaba tiempo para leer. La profesora Argemira Julio, a quien recuerdo con mucho cariño, orientaba el área de Sociales, me regaló muchísimos paquetes con fragmentos de libros, temas como la época colonial, la guerra fría y otros afines surgían entre esas líneas. Solía escaparme de las lecturas “obligatorias de la escuela” y acceder a narraciones, poemas, por puro disfrute. Mi timidez no me permitía socializar mucho, así que prefería dialogar con las voces de los libros.
Cuando ingresé a la universidad, mis ojos no alcanzaban a dimensionar el espacio que tenía la biblioteca, mi corazón latía muy fuerte y emocionada, obtuve el carnet de inmediato. Aunque, en ocasiones prefería permanecer en este lugar y refugiarme en las conversaciones con los autores de cada texto. Me encantaba la paz que yacía en este sitio y me soñaba con algo así para tener en casa. Esto me recuerda, que de niña dispuse un lugar en el patio de mis padres para las lecturas, debajo de un árbol de Níspero, frondoso, fresco y la hermosa vista de un cielo azul despejado y montañas que me mostraban una grandeza y felicidad absoluta. Otro suceso importante, fue cuando conocí la biblioteca Rafael Carrillo y la del Banco de la República en la ciudad de Valledupar, me hice fiel admiradora de estas. Aprovechaba los días frescos y cuando terminaba las clases me iba caminando hasta el centro de la ciudad (tenía el dinero del transporte exacto para devolverme a La Paz y ¡pobre de mí dónde lo dejará incompleto! No eran impedimento para deleitarme en ese mundo maravilloso). Ahorraba y algunos sábados viajaba a Valledupar solo para visitar en mi opinión, estos sitios de salvación.
Este camino inició con una cartilla para aprender a leer y se fue convirtiendo en una pasión y salvación. Leyendo a Lerner, Ferreiro, entre otros, la lectura contempla un goce, un disfrute, tener libertades de pensamiento y decisiones (y hasta ahora, así lo he hecho). Hoy, soy una persona más segura, libre, he podido trascender más allá de lo cotidiano y vislumbrar posibilidades de crecimiento infinitas.
Los libros me acompañan y el amor por ellos crece más y más, sentimiento que agradezco infinitamente.
La vida es un devenir que te lanza piedras,
en ocasiones, son libros,
yo recibí ambos, pero decidí que los libros,
son un mejor cargamento para llevar.
Hoy, esas voces de los libros,
forman parte de mí,
son tan necesarios, como lo es el néctar para las abejas,
alimento que nutre la vida y el alma.
Gracias…